lunes, 25 de noviembre de 2013

LA SEÑORA ALTA MORENA


Cuando yo era un mico de 8 o 10 años bajaba a recoger la compra que mi madre, por teléfono, había encargado en el mercado. Ella tenía las piernas muy delicadas y, recién operada, necesitaba de la colaboración de todos.
Al bajar al mercado me acercaba a los puestos donde tenía algún paquete para casa; la frutería de “los Valores”, la pescadería de Eulogio, la carnicería, la charcutería,… Siempre se oía la misma frase: “Eh, chaval, saca el encargo para el hijo de la señora alta morena”.
También me ocurría, en alguno de aquellos pueblos a los que íbamos, donde me preguntaban eso tan típico de “y tú, ¿de quién eres? Siempre había alguien que respondía por mí: “Este es de los de Madrid, de la señora alta morena”.
Bueno, pues la señora alta morena se me ha ido el pasado día 11, después de pasar un año que sí se lo deseo al peor de mis enemigos.
Este año (desde octubre del 2012) ha sido horrible para mi madre, con constantes idas y venidas a urgencias, viéndose incapacitada para moverse o hacer cualquier cosa sin la ayuda, nunca suficientemente pagada, de Susana y María Mercedes y después de Eddie y Tere, que se pasaban las 24 horas del día atendiendo todas sus necesidades. Debe de ser durísimo para una persona que siempre ha sido activa y que conserva un buen nivel de consciencia verse así; digo que debe de ser duro y así me consta porque nos lo decía a sus hijos. Es duro para un hijo que su madre le diga que se quiere morir, que “esto no es vida”, que no le falle.
Yo, que soy hombre práctico, y que se me da muy mal lo de mentir, trataba de situarla en la realidad de que “la fatal hora” llegaría sin excusas, pero a su tiempo, y traté de “chantajearla” diciéndole lo injusto que sería que mi hija se quedara en tan poco espacio de tiempo sin sus dos abuelitas, en un intento de que se hiciera fuerte ante su progresivo desaliento.
Finalmente ese desaliento pudo con ella, mientras dormitaba. Se quedó con la cara dulce y relajada. Me gusta pensar que no se dio cuenta de que se iba; me cuesta pensar que quizás, en ese duerme vela constante abrió los ojos y vio que estaba en su casa de siempre, rodeada de sus recuerdos adquiridos en tantos viajes, de tanta gente como conoció, las fotos que la rodeaban, … Quiero pensar que en ese último abrir los ojos vería la foto de su nieta el día de la comunión y la oigo decir con un hilo de voz “Adiós cariño”.
El sábado anterior, día y medio antes de su último viaje, estuvimos sus hijos y nietos en su casa. Fuimos a verla como otros días, sin que nada presagiara que el fin estaba llamando a su puerta. Tuvo la felicidad (eso es lo que creemos) de vernos a su alrededor reunidos, unidos. Fue una inesperada despedida que nos ha dejado un buen sabor.
Llegado a este punto quiero recordar el aspecto altruista de mi madre, su capacidad, como virtud, de ayudar a todo el mundo a sabiendas (como así fue a lo largo de sus 82 años) de que muchos de aquellos no le prestarían su ayuda llegado el caso. Era su gran virtud al tiempo que su mayor defecto. Tanto se preocupaba por los demás que se le escapó el cuidarse a sí misma, en esa mezcla de dedicación a la familia tan elemental para las personas de su generación. Es muy posible que si hubiera dedicado más tiempo a cuidar su bienestar aún estaría con nosotros. Venía de una familia longeva… Nuestra historia y nuestro camino lo vamos trazando nosotros y nuestras circunstancias. A lo peor, si se hubiese dedicado ese tiempo… ¿quién lo sabe?
La señora alta morena era un poco “bruja” y quizás yo lo he heredado de ella ya que en las Navidades pasadas felicité de esta guisa a mis familiares y amigos:
“A la mierda el 2012, feliz 2014”. Y la verdad es que el 2013 no ha sido un año para recordar por buenos acontecimientos, aunque siempre hay cosas buenas que nos deben de hacer inclinar la balanza hacia el lado positivo. Sólo espero que el 2014 sea un buen año para todos, en el que las cosas “malas” sean las cotidianas y no las que han de marcarse en el calendario… bueno, un buen pellizco en la lotería también es para enmarcarlo, y un trabajo fijo… para hacer la ola con las orejas.
En fin, queridas y queridos todos, la vida es así. Te da, te quita, te vuelve a dar en un complicado equilibrio que tenemos que hallar.
Adiós, mamá. Te quiero.
El hijo de la señora Alta y Morena